Fidel Ortega Ortiz de Apodaca1, Francisco José Sánchez-Muniz2
1 Académico de Número de la Real Academia Nacional de Farmacia. Profesor Titular de Química Analítica, Facultad de Farmacia, Universidad de Alcalá (UAH). España
2 Académico de Número de la Real Academia Nacional de Farmacia. Catedrático del Departamento de Nutrición y Ciencia de los Alimentos. Facultad de Farmacia. Universidad Complutense. Madrid. España
* Autor para correspondencia.
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Manuel Ortega Mata, Farmacéutico, Catedrático de Fisicoquímica y Técnicas Instrumentales y Académico numerario de la Real Academia Nacional de Farmacia. Falleció en Madrid el 15 de agosto de 2017.
Nació en Málaga el 20 de enero de 1923 y allí vivió, hasta que se instaló definitivamente en Madrid en el año 1953.
Fue el mediano de 5 hermanos a los que adoraba y a quienes sobrevivió y cuyo recuerdo, al final de su vida, le producía una profunda melancolía. Sobrevivió también a dos de sus hijos. Perdió a su padre como consecuencia de una neumonía cuando apenas había cumplido los 13 años. Esta circunstancia, le obligó a madurar anticipadamente, encontrando en el estudio el escape hacia su futuro.
Como estudiante en el instituto fue brillante, asombrando siempre a sus profesores por sus capacidades excepcionales. Sin duda, hoy día hubiera sido considerado un alumno superdotado.
Tenía vocación de médico, pero el hecho de que su hermano primogénito cursara la licenciatura en Farmacia, y que por tanto dispusiera de sus libros, lo encaminó a seguir sus pasos. Su voracidad por aprender le llevo a estudiar esos libros años antes de iniciar su carrera, sorprendiendo a los profesores del instituto por sus conocimientos de Física y Matemáticas.
Durante la carrera, obtuvo las mejores calificaciones siendo por ello merecedor del premio Víctor de Plata al mejor expediente nacional de su año académico, en 1945. He de destacar que consiguió este premio en unas circunstancias admirables ya que desde que llegó a Madrid, él mismo se costeó sus estudios, impartiendo clases particulares de cualquier temática, ya que tuvo alumnos hasta de Latín. Precisamente una de sus alumnas fue mi madre, Beatriz Esther Ortiz de Apodaca, bilbaína y también Farmacéutica.
Su labor investigadora se inició con una beca de la Fundación “Conde de Cartagena de Indias” de la Real Academia de Medicina en el año 1945, siendo posteriormente Becario del CSIC en los institutos Alonso Barba, Antonio de Gregorio Rocasolano y Ramón y Cajal, desde 1946 a 1953.
Obtuvo dos becas para sus salidas al extranjero. Una del CSIC para cubrir su estancia en la Universidad de Upsala (Suecia) los años 1951 y 1952, y otra del Instituto Español de Hematología y Hemoterapia, para el Centro de transfusión sanguínea y desecación de plasma de París, en el año 1955.
En su estancia en el Instituto de Físico-Química de la universidad de Upsala conoció y trabajó con dos premios nobeles. Theodor Svedberg, premio nobel de química en 1926 y Arne Tiselius, también premio nobel de química en 1948. Allí investigó y se familiarizó con las técnicas electroforéticas, de la mano del propio Tiselius.
Ya en España introdujo numerosas innovaciones en la técnica. Por citar alguna, el uso de la “nigrosina” en la tinción de proteínas, trabajo que publicó en la revista Nature en el año 1957. No era habitual, en aquella época, encontrar publicaciones de científicos españoles en esa revista.
Profesionalmente trabajó y ejerció numerosas orientaciones de la profesión farmacéutica, lo que le dio una visión multidisciplinar sobre la Farmacia, que se apreciaba en sus clases magistrales, así como en su visión y autoridad en el diseño de los planes de estudio.
Fue titular de una oficina de farmacia en Málaga, trabajó en la industria farmacéutica para los laboratorios Gayoso, contribuyendo al desarrollo analítico de las famosas Auxinas, fue funcionario por oposición de tres ministerios, Educación y Ciencia (Universidad), Gobernación (Instituto Español de Hematología y Hemoterapia) y Justicia (Instituto Nacional de Toxicología), puestos que compatibilizó hasta que obtuvo la plaza de profesor agregado en la Universidad Complutense en el año 1968.
Fue muy feliz en las dos universidades en las que trabajó como profesor, la Complutense (UCM) y la de Alcalá (UAH). En ambas dejó su huella, consiguió las máximas condecoraciones y en ambas se le recuerda con cariño y con respeto. A lo largo de su vida académica dirigió más de 30 trabajos de investigación entre Tesis doctorales y de licenciatura y más de un centenar de publicaciones científicas.
Decano de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Alcalá
Entre sus discípulos se encuentran numerosos farmacéuticos de prestigio como su buen amigo D. Vicente Vilas Sánchez, a quien dirigió su Tesis doctoral en el año 1963 y D. Benito del Castillo García que se doctoró en el año 1975. Ambos catedráticos de universidad y Decanos de las Facultades de Farmacia en Madrid.
La jubilación le llegó de manera forzosa a los 65 años por un cambio en la legislación vigente, cuando se encontraba en la plenitud de sus facultades intelectuales y de productividad científica. No obstante, siguió desarrollando una activa participación académica, especialmente en cursos de doctorado, a través del Instituto de España y la Real Academia Nacional de Farmacia (RANF), de la que fue Académico numerario y Secretario Perpetuo, siendo su Presidente D. Ángel Santos Ruiz.
Publicación en revista el Monitor de la Farmacias Manuel Ortega como secretario de la RANF
Continúo su labor investigadora prácticamente hasta su fallecimiento, haciendo revisiones de gran valor y que todavía hoy mantienen toda su vigencia. Les invito a que relean algunas de ellas como, Alimentación y cáncer, discurso de apertura de la RANF en 1994. El problema de los compuestos organoclorados residuales, en la monografía nº 5, del año 1998. Los antioxidantes de los alimentos, en la monografía nº 6 del año 2000. El desarrollo de fármacos selectivos en la nº 7, en el año 2001 y Farmacogenética, farmacogenómica y proteómica en la medicina personalizada, en la monografía nº 15, del año 2004.
Con el Rey D. Juan Carlos
Nunca dejó de estudiar, a pesar de los 13 años que estuvo al cuidado permanente de su esposa, afectada por el mal de Alzheimer. Estaba suscrito a la revista Science, y todas las semanas recibía un número de la misma que leía de arriba abajo, y todo lo que encontraba interesante lo fotocopiaba y lo repartía de modo personalizado. Hijos, nietos, vecinos, amigos; todos recibíamos sus separatas. Para mí fue una gran ayuda, contribuyendo a mantenerme al día, cuando en mis 12 años de Decano de la Facultad de Farmacia, desbordado por la gestión, dispuse de poco tiempo para la investigación científica.
Tuvo también una intensa actividad colegial en el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid (COFM), donde fue el primer presidente de la comisión deontológica durante 8 Años. (1993-2001). Época convulsa para la farmacia madrileña cuando afloraron las farmacias de 24 horas.
Él no tenía ídolos, pero nos educó para que fuéramos héroes. Para él la honradez, la determinación y el valor eran cualidades supremas. “Hay que atreverse con todo” “Tienes edad para comerte el mundo”, “Si no lo intentas no lo conseguirás nunca”, “Si te caes te levantas y continúas”, “Si no lo haces tú, otros se te adelantarán”. Son frases, entre otras muchas, que se repiten en mi cabeza y que evocan su carácter, su iniciativa y su coraje.
Decía Victor Hugo que “el sueño de un héroe es ser grande en todas partes y pequeño al lado de su padre”. Así es cómo, particularmente yo, me he sentido siempre junto a él, minúsculo e insignificante. Como quien mira desde abajo a un gigante con admiración. Esa característica me ha permitido, también, haber visto más lejos, izado sobre sus hombros.
Era profundamente religioso aunque llevaba su religiosidad de manera íntima y no solía compartir su devoción. Era totalmente tolerante con otras creencias. Admitió el diseño inteligente. No concebía que tanta simetría en el desarrollo celular pudiera ser fruto de la casualidad. Le gustaba crear, por eso pintaba y le apasionaba la investigación. Él decía que ambas cosas le acercaban a Dios. Un tanto al estilo del pensamiento de Fernando Pessoa: “Vivir no es necesario, lo que es necesario es crear”.
A pesar de su buen aspecto físico, para él, el cuerpo era sólo un envoltorio de su alma y como también decía Pessoa, una vez muerto sólo un traje abandonado. Nunca le preocupó el destino de sus cenizas. Ahora descansa lejos de su tierra natal pero junto a su amada esposa, en Vizcaya. Una tierra que acabó queriendo como la suya propia y donde tenía buenos amigos.
Le apasionaba el flamenco: la copla andaluza, los fandangos, las malagueñas, la saeta o los martinetes. Disfrutaba escuchándolo, cantándolo o llorándolo.
Era amigo de sus amigos y puedo decir que nunca le oí hablar mal de nadie, aunque sé que sufrió numerosas decepciones que sólo compartía con mi madre. Cada sábado, se reunía a comer con un numeroso grupo farmacéuticos en un restaurante céntrico en Madrid y cuya estampa quedó inmortalizada en un cuadro que pintó Emilio Fernández Galiano y que durante muchos años permaneció en el propio local. Enrique Flores, Paco Morón, José María Alfaro, Tomás Gil, Pablo González-Amejide y algunos académicos, además de Emilio, como Román de Vicente, pertenecían a ese grupo.
Se dice que el valor de una vida se mide por las vidas que toca. Mi padre tenía un don especial para comunicar con la gente a través de su sonrisa. Era paciente, poseía una capacidad de recuperación envidiable y una transparencia en los ojos que invitaba a adentrase en su espiritualidad. Transmitía la tranquilidad de los santos y nunca le faltaron bendiciones que repartía constantemente.
Era inteligente, de buen corazón y con una tendencia natural para ayudar a los demás. Cuando, ya mayor, empujaba la silla de ruedas para pasear a mi madre enferma por el barrio de Argüelles, tenían en su recorrido varios mendigos a los que repartía limosna y que lo esperaban a diario. Cuando no estaban mostraba su preocupación por ellos. “Para fortalecer el corazón, no hay mejor ejercicio que agacharse para levantar a los que están caídos."
La primera vez que lo vi llorar fue por la muerte de mi hermano Ignacio que tenía apenas 2 años. La última y de modo desesperado por la de mi hermana Begoña.
En apenas tres meses perdió a su esposa y a su hija querida del alma. Ya nunca sería el mismo. Sumido en una profunda tristeza se alió con la soledad y fue el principio de su final. “Ya no soy más que un estorbo”, me solía decir. ¡Cómo cambiaron sus palabras! Perdió toda esperanza y naufragó en sus recuerdos. "No dejes que tus recuerdos pesen más que tus esperanzas.", dice un proverbio persa.
Falleció un caluroso día del mes de agosto y lo hizo sin despedirse, como si no entrara en sus planes. Al final de sus días, debido a su enfermedad, le había abandonado el habla y sólo se comunicaba mediante señas, que a veces costaba interpretar. Se fue en paz, de modo silencioso y dibujando una sonrisa en su rostro. Había llegado a “tierra de llegada”, como el poeta Juan Ramón Jiménez versifica en su obra “Dios deseado y deseante”.
A lo largo de su vida académica y profesional consiguió muchos logros. Actualizó y modernizó las metodologías de los institutos de Hematología y Toxicología de Madrid, fue Académico numerario en la Real Academia Nacional de Farmacia, Vicerrector, Decano y Secretario Académico en la Universidad, siendo el promotor y fundador de la Facultad de Farmacia de la universidad de Alcalá, pero quizás, los que nos acordamos de él, lo recordaremos por su vocación de ayudar a los demás y siempre sin pedir nada a cambio. Todo un ejemplo de comportamiento ejemplar que invita a imitarlo.
“Cuando el sol se eclipsa para desaparecer, se ve mejor su grandeza” (Séneca).
Descanse en Paz.
Fidel Ortega Ortiz de Apodaca
Académico de Número de la
Real Academia Nacional de Farmacia
Diciembre de 2018
A Don Manuel Ortega Mata
Hacer un obituario a D. Manuel Ortega Mata un año y algunos meses después de su muerte, suena cuando menos tardío, y más considerando la personalidad contagiosa de D. Manuel Ortega. He querido acelerar la llegada de estas líneas a la redacción de la Revista Internacional Journal of Negative and No Positive Results, pero mis gestiones no han fructificado a la velocidad que yo hubiera deseado. Sirva de consuelo que aunque se ha ido ya el año 2018, estas líneas aparecerán pronto en 2019, haciendo realidad lo que dice un refrán muy español “Más vale tarde que nunca”.
Sé que estas palabras las deberían haber escrito otros compañeros de la Facultad de Farmacia y de la Real Academia Nacional de Farmacia (RANF) que conocieron muy de cerca a D. Manuel y se permeabilizaron en todo momento de su sabiduría y su de buen hacer, pero también sé no pueden esperar y, aunque torpes, intentarán que al menos nuestras sonrisa se ilumine recordando a este gran hombre.
Tuve la oportunidad de conocer a D. Manuel en la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense en un Laboratorio, que yo siempre conocí con el nombre de Técnicas Instrumentales, mientras hacía mi Tesina de Licenciatura allá en 1972 y posteriormente durante la realización de mi Tesis Doctoral en el Departamento de Fisiología Animal de la Facultad de Farmacia. Ambos trabajos contenían resultados de estudios en sangre y en tejidos que demandaban la obligatoriedad de acompañar a los resultados bioquímicos con fotografías de células y elementos formes sanguíneos a la vez que de células de órganos linfoides. D. Manuel había gestionado la adquisición de un magnífico microscopio Zeiss con cámara de fotografía en color incorporada, “rara avis” en la Universidad de aquel entonces que permitió dar un valor añadido al trabajo que yo realizaba bajo la dirección de la Ilustrísima doña Emilia Muñoz Martínez.
D. Manuel Ortega era un hombre afable, cariñoso. Su labor no terminaba en dejar que se pudiera o no utilizar “su” microscopio, sino que se interesaba por lo que hacías, quién era tu director o directora de Tesis Doctoral y siempre daba algún comentario que era bien venido por su actualidad y acierto. D. Manuel, para mi suerte, trabajaba en temas que tenían mucha conexión con el que yo realizaba. Luego, con el transcurso de los años, tuve la oportunidad de tenerlo como compañero “Senior” en la Real Academia Nacional de Farmacia. Siempre mostró hacia mí un trato ejemplar, animoso, lleno de vida y respeto. Cuando muere D. Manuel, muere con él un mundo de bonhomía. Quiero, por tanto que estas palabras sean de absoluto recuerdo, reconocimiento y agradecimiento.
Según la página Web de la Real Academia Nacional de Farmacia (RANF) D. Manuel Ortega Mata nace en Málaga el 29 de enero de 1923 y fallece en Madrid el 15 de agosto de 2017. Fue doctor en Farmacia. Recibió el Premio Extraordinario en la Licenciatura y Doctorado. Catedrático de Técnicas Instrumentales en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Alcalá (UAH). Decano de la Facultad de Farmacia de la UAH. Profesor del Instituto Nacional de Toxicología. Medalla de Plata de la Facultad de Farmacia. Víctor de Plata al mejor expediente académico en 1945. Académico Correspondiente de la Academia Peruana de Farmacia. Académico Correspondiente de la Academia de Ciencias Farmacéuticas de Chile. Medalla de Oro del Colegio de Farmacéuticos de Madrid. Medalla de Plata del Consejo General de Colegios Farmacéuticos de España. Medalla de Oro de la UAH.
Entre los muchos reconocimientos que recibió por la RANF debemos resaltar la Medalla Carracido de Oro, máxima distinción que hace la RANF a Académicos y Científicos de gran renombre. D. Manuel ocupó la Medalla número 5 de esa Real Academia en la que ingresó en 24 de marzo de 1977 con un discurso de ingreso titulado “Aspectos biológicos de las fitohemaglutininas”. En su discurso, además de agradecer el apoyo de los Excmos. Sres. Académicos de la RANF, decía textualmente “vengo a ocupar la vacante que dejara el Excmo. Sr. D. Antonio Pizarroso Villarejo, y el glosar brevemente su vida y su admirable dedicación a la Farmacia, constituye para mí una honrosa obligación”.
Más adelante desglosaba sobre la importancia de la fitohemaglutininas bajo diferentes campos de la ciencia (botánicos, bioquímicos, microbiológicos, parasitológicos, farmacodinámicos, analíticos, etc.) y señalaba que el uso adecuado de las modernas Técnicas Instrumentales daba mayor realce aún si cabe a su importancia. Después de definir la existencia de sustancias que poseen la propiedad de unirse a los hematíes o glóbulos rojos y aglutinarlos, comentaba que el término Fitohemaglutininas o Lectinas fue propuesto por Boyd y que sugiere la propiedad selectiva de algunas de ellas de origen vegetal de interaccionar con ciertos tipos de hematíes. En su discurso fue desglosando métodos de obtención, de caracterización, y sus posibilidades terapéuticas haciendo especial mención a las lectinas del Mirto y de las judías o alubias en el tratamiento inmunizador frente al virus letal de Friend. Respecto a estas últimas comentaba los efectos de la fitohemaglutina del Phaseolus vulgaris sobre la leucemia inducida por el virus de Friend, ya que la incubación del virus con fitohemaglutinina induce inmunidad en dos tercios de los animales a dosis letales del virus de Friend. D. Manuel terminaba su discurso señalando que una breve curiosidad científica se ha convertido en una realidad clave para cultivos celulares, estudio de cromosomas, transformación blástica, alteraciones del sistema inmune, etc.
También en la RANF debo destacar, como actividades realizadoas por el Prof. Ortega, el discurso de apertura del año 1994 que versó sobre Alimentación y Cáncer. En este discurso, que cuenta ya 25 años, el profesor Ortega ya versaba magistralmente sobre el mecanismo de la carcinogénesis, de los proto-oncogenes y su activación a oncogenes con alteraciones en la división y crecimiento celular, de los carcinógenos, del gel p53 como gen supresor o guardián del genoma. En su discurso ya comentaba la participación de los proliferadores de peroxisomas, de los efectos mutagénicos de compuestos “emigrantes”, de los ftalatos, del citocromo P450. También comentaba sobre las acciones per se de la dieta y de los menores efectos de los compuestos carcinogenéticos en el marco de dietas restrictivas, la utilidad de las técnicas analíticas para determinar la interacción entre el ácido desoxirribonucleico y los hidrocarburos aromáticos policíclicos formando aductos.
También y haciéndome eco de las palabras del Profesor D. Fidel Ortega invito a leer y a estudiar su participación en la monografía nº 5, del año 1998 de la Real Academia Nacional de Farmacia con el capítulo titulado “El problema de los compuestos organoclorados residuales; el trabajo incluido en la monografía nº 6 del año 2000 cuyo título fue “Los antioxidantes de los alimentos”; el contenido en la monografía nº 7, en el año 2001 con el “El desarrollo de fármacos selectivos” y por último dos trabajos de tremenda actualidad tanto por el título como por su contenido “Farmacogenética, farmacogenómica y proteómica en la medicina personalizada” y “La incidencia previsible de la medicina genómica en la mejora de la calidad de vida” que se publicaron respectivamente en las monografía nº 15, del año 2004, y 17 de 2005 que pueden encontrar visitando la página Web de la RANF ya comentada.
No obstante, comentaré de forma muy abreviada algunos aspectos de su contribución en la monografía en 2005. En palabras de D. Manuel Ortega (sic) “Tras el establecimiento de la secuencia del genoma humano es evidente que estamos viviendo un cambio, que podríamos denominar revolucionario, en los campos de la práctica de la medicina y la farmacia, que está comenzando a emerger con pasos firmes sustentado en bases científicas irrefutables. Más adelante el Académico señala que “Durante décadas, el papel de la medicina genética ha estado enfocado principalmente en el cuidado de la salud de unos pocos pacientes, con enfermedades relativamente poco comunes causadas por mutaciones en un solo gen (desórdenes monogénicos). Sin embargo, al ser lo más común las alteraciones de varios genes (desórdenes poligénicos), así como las interacciones de genes, medio ambiente y estilo de vida, en momentos concretos de nuestro ciclo vital, ello será lo que determine si un individuo desarrollará o no una enfermedad particular y con qué grado de severidad”.
El Académico termina su participación en esta monografía con un breve apartado que titula “MEDICINA EUGENÉSICA” donde de forma clara, valiente y directa revisa diferentes casos, en los que se plantean aspectos éticos muy relevantes en relación con el respeto a la vida, la fertilización artificial, la selección de los embriones resultantes. Así, el propio autor señala “…a la visión optimista de los logros que la medicina genómica proporcionará en la mejora de la salud y prevención de enfermedades, en definitiva en la calidad de vida futura, tenemos la obligación de hacer una llamada de atención para evitar, en la medida de nuestras posibilidades, que por un mal uso de estos conocimiento se transforme por algunos en medicina eugenésica”.
D, Manuel criticaba claramente que se pudiera aplicar la conocida sentencia de que prevenir es mejor que curar cuando la prevención, en este caso, fuera pura y simplemente la eliminación de un ser vivo. Como cristiano y persona que defendía la vida a ultranza señalaba “Se resiste uno a pensar, que la norma fundamental del respeto a la vida humana no sea tenida en cuenta, máxime tratándose de personas que por su prestigio científico, pueden influir negativamente en el comportamiento de otros”.
D. Manuel, Maestro, quiero terminar con el final de unos versos que Jorge Bucay titula “Brevedad” en la que este autor resume de forma magistral la brevedad de nuestra existencia.
Solo me inquieta un poco pensar
que tal vez mañana
yo sea
demasiado viejo
para hacer lo que he dejado pendiente
No obstante también tengo seguridad de alguien los recitará en algún momento allá en los bancos eternos de la Universidad de Alcalá o a los pies de los Portadores de la Antorcha en la Universidad Complutense, haciéndose eco de que la vida es bella gracias a hombres que hicieron lo imposible para que no fuera tan breve pero si bella y fecunda.
Descanse en Paz.
Francisco José Sánchez-Muniz
Académico de Número de la
Real Academia Nacional de Farmacia
Diciembre de 2018
Referencias
1. Ortega M. Use of nigrosine for staining proteins after electrophoresis on filter paper. Nature. 1957;179(4569):1086-1087.
2. Ortega M. El problema de los compuestos organoclorados residuales. En: Los residuos y sus riesgos para la salud. Monografía V. Real Academia Nacional de Farmacia. Instituto de España. Madrid. 1998; pp. 285-325
3. Ortega, M. Los antioxidantes de los alimentos En: Alimentación y salud - Monografía VI. Real Academia Nacional de Farmacia. Instituto de España. Madrid. 2000; pp. 186-236.
4. Ortega, M. Desarrollo de fármacos selectivos. En: Salud, Educación y Energía: Recursos cualificados para el siglo XXI. Monografía VII. Real Academia Nacional de Farmacia. Instituto de España. Madrid. 2001; pp. 81-107.
5. Ortega M. Farmacogenética, farmacogenómica y proteómica en la medicina personalizada. En: Nuevos avances en medicamentos Monografía XV. Real Academia Nacional de Farmacia. Instituto de España. Madrid. 2004. pp. 167-197.
6. Ortega, M. La incidencia previsible de la medicina genómica en la mejora de la calidad de vida. En: Las ómicas. Genómica, Proteómica, Citómica y Metabolómica. Monografía XVII. 2005, pp. 43-71
7. Web Real Academia Nacional de Farmacia. https://www.ranf.com/acad%C3%A9micos/acad%C3%A9micos-de-n%C3%BAmero/actuales/127-ortega-mata,-manuel.html