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La 2ª reconceptualización del Trabajo Social en Latinoamérica

The 2nd Reconceptualization of Social Work in Latin America. Reality, fiction or the dream of the Faun?

Jesús Acevedo Alemán
Universidad Autónoma de Coahuila, México

La 2ª reconceptualización del Trabajo Social en Latinoamérica

Ehquidad: La Revista Internacional de Políticas de Bienestar y Trabajo Social, núm. 20, pp. 11-34, 2023

Asociación Internacional de Ciencias Sociales y Trabajo Social

Recepción: 18 Noviembre 2022

Revisado: 22 Diciembre 2022

Aprobación: 25 Abril 2023

Publicación: 17 Julio 2023

Resumen: A 60 años de uno de los más grandes movimientos intelectuales en Latinoamérica, que dinamizó la construcción de nuevas identidades, y particularmente la del Trabajo Social; era donde se perfiló como una disciplina científica de aportes sólidos teóricos-metodológicos, que dieron respuesta cabal a los contextos históricos imperantes. La profesión se enfrenta a contextos diferentes, de implicaciones globales, de realidades complejas y de desarrollos tecnológicos sin precedentes. El propósito del presente artículo es situar la reflexión en las premisas que pueden distinguir a un 2º Movimiento de Reconceptualización, que si bien, ya lo estamos viviendo, pero aún no lo reconocemos, por ello, lo importante es visibilizar los esfuerzos y las reflexiones que se han detonado a la luz del nuevo milenio; recordemos que la vigencia y fortaleza del propio perfil disciplinar, dependerá de la capacidad para adaptarse y evolucionar en la misma medida, que los fenómenos sociales y las nuevas realidades contemporáneas.

Palabras clave: Reconceptualización, Trabajo Social, Identidad disciplinar, Intervención social, La nueva práctica.

Abstract: 60 years after one of the largest intellectual movements in Latin America, which energized the construction of new identities, and particularly that of Social Work; It was where it emerged as a scientific discipline of solid theoretical-methodological contributions, which gave a full response to the prevailing historical contexts. Today, the profession faces different contexts, global implications, complex realities and unprecedented technological developments. In this sense, the purpose of this article is to situate the reflection on the premises that can distinguish a 2nd Reconceptualization Movement, which although we are already living it, but we still do not recognize it, therefore, the important thing is to make visible the efforts and reflections that have been detonated in the light of the new millennium; remember that the validity and strength of one's own disciplinary profile will depend on the ability to adapt and evolve to the same extent as social phenomena and new contemporary realities.

Keywords: Reconceptualization, Social work, Disciplinary identity; social intervention, The new practice.

1. INTRODUCCIÓN

Reflexionar sobre el Trabajo Social, en sus diferentes etapas y momentos históricos, es y debe ser una tarea cotidiana, sobre todo, para aquellos profesionales y estudiosos de dicho campo disciplinar. Particularmente, el entender los procesos que derivaron el pasar de una actividad asistencial, a todo un nicho de desarrollos teóricos, científicos y metodológicos, así como el advenimiento de discursos más desafiantes como puede ser el Transhumanismo (Torralba, 2019), movimiento tecno-filosófico que centra nuevas reflexiones en una era tecnológica y digital, en el marco de la 2ª reconceptualización. Todo ello, encaminado hacia la construcción y delimitación de su identidad disciplinar, así como en su aporte, para adelgazar las brechas de las desigualdades sociales presentes en los diversos contextos y entidades.

Para ello, en el presente texto a través de reflexiones sobre la génesis de la 1ª reconceptualización, donde se revisarán algunos planteamientos históricos de la misma profesión, así como aquellos componentes críticos que derivaron dicho movimiento, y aquellos que dieron paso a un segundo momento reconceptualizador, caracterizado por una resignificación de la identidad del Trabajo Social, que materializa la 2ª reconceptualización, como parte de un movimiento global de características distintas pero de implicaciones similares al primer momento acontecido en la década de los 60s y 70s. Destacando el actual, por sus debates y reflexiones epistemológicas sobre la nueva práctica y los diferentes modelos de intervención que, vienen dando respuestas a un mundo de realidades complejas y tecnologizado, así como a las nuevas formas de liderazgo y protagonismo de manera global.

1.1. La 1ª Reconceptualización. Genesis de la evolución

El conocer la historia, permite entender el papel de sus protagonistas en el presente, y a la vez, posibilita el no repetir los desaciertos. En tal sentido, adentrarse al devenir histórico del Trabajo Social, es el reconocer que es una historia de carne y hueso, la cual solo podría ser contada por sus propios protagonistas, los cuales, son historias distinguidas por su naturaleza, experiencias y contextos en crisis.

La historia del Trabajo Social se puede entender a partir de sus narrativas de la vida cotidiana, así como de las experiencias que fueron acuñadas a lo largo del tiempo. Que representaron radiografías de hechos, protagonismos, experiencias profesionales, vinculadas con los diferentes contextos, contrastadas y validadas por el mismo tamiz de las intervenciones, por las instituciones, las áreas de atención, y los demás sectores vinculados. De igual forma, destacado por la presencia de luchas intestinales o viscerales que desembocaron en crisis, y conflictos globales.

Contextos que dieron forma a la identidad profesional, la cual se fue acuñando, dependiendo nos sólo de la cultura imperante, sino de las historias particulares, las condiciones políticas, económicas y sociales, y todos aquellos símbolos que se les atribuyó algún significado. Derivados de las experiencias de la práctica, entendidas como ventanas bajo las cuales se puede observar y entender la evolución del propio perfil disciplinar. Así como escaparates de lo desafiante y crítico de los movimientos sociales, como parte de la misma construcción de la identidad. Reconociendo, qué si no conocemos y valoramos la historia pasada, no podemos atisbar el porvenir.

1.2. Replanteando el Trabajo Social en la historia

Ahora bien, cuando se habla particularmente de los hechos históricos que definieron al Trabajo Social, se debe aludir al movimiento de Reconceptualización. Proceso histórico de autoreflexión que se dio en el ámbito profesional entre los años 1965 a 1975, en el marco de la evolución histórica del Trabajo Social en América Latina. Movimiento que ofrece las condiciones para replantear un Trabajo Social técnico y de prácticas filantrópicas, hacia una profesión con carácter y rigor científico; donde se fortalece el estudio de la realidad social y de los fenómenos sociales para, proactivamente, desarrollar y facilitar en los sujetos motivaciones para el cambio consciente de sus realidades.

En palabras de Kisnerman (1998) dicho movimiento insertó a los profesionales críticamente en la realidad socioeconómica, cultural y política, impulsando a elevar la capacitación, y la creación de materiales propios de estudio, desde una realidad propia, vivida, que reflejara las tendencias heterogéneas y conflictivas presentes en el marco de la visión de que no hay disciplinas ideológicamente neutras. Narrando que en dicho movimiento, se destacó por las posiciones polémicas, así como las discusiones acaloradas en el seno de la misma profesión, en relación a encuentros con otras disciplinas.

Movimiento, centrado en el marco de la crisis capitalista de los años 60 y 70 del siglo XX en el mundo, en el cual se generaron procesos de transformaciones sociales, políticas y económicas, que de manera directa o indirecta impactaron en el desarrollo del Estado y algunas de sus instituciones como universidades y centros de educación superior en Latinoamérica (Quintero, 2014).

Centrándose el movimiento, en una crítica reconceptualizadora a nivel latinoamericano, que cuestionaba entre otras cosas la insuficiencia de los métodos “Clásico” o “Tradicionales” para entender al ser humano en el marco de las relaciones sociales. Según Quintero (2014) dichos métodos reforzaban la individualización de los problemas sociales y la intención adaptativa-moralizante de la Iglesia católica y la burguesía. Que frente a un contexto cambiante, que requería visiones de mejor anclaje teórico, el movimiento se centró en buscar propuestas que superaran el carácter clásico-conservador, dando paso a visiones como las de Belo Horizonte (Brasil); Método de Boris Lima (Venezuela); Método Integrado de Ander-Egg (Argentina); Método Caldas (Colombia), entre otras.

Es decir, que desde las primeras escuelas de Trabajo social, o mejor dicho de Servicio Social, como la instalada en 1925 en Santiago de Chile (fundada por el médico Dr. Alejandro del Río en 1925 con el apoyo del Dr. Rene Sand, director entonces de la Escuela Católica de Bruselas), la necesidad de fortalecer mejores perfiles, alfabetizados teórica-metodológicamente fueron las premisas que guiaron en todo momento el movimiento. El cual en palabras de Kisnerman (1998), significó a su vez, todo un brote de rebeldía presente simultáneamente en diversos países de Latinoamérica. Surgió casi simultáneamente en Santiago, Concepción, Valparaíso, Antofagasta, Montevideo, Porto Alegre, Belo Horizonte, Río de Janeiro, La Paz, Manizales y Cali, Caracas, General Roca, Buenos Aires. Dos revistas de ésta última ciudad: Selecciones del Servicio Social y Hoy en el Trabajo Social permitieron la interconexión entre quienes empezamos el proceso, así como los encuentros del Primer Congreso Latinoamericano en Porto Alegre en 1965, a los que siguieron en 1966 en Montevideo, en 1967 en General Roca, Concepción en Chile en 1969, Cochabamba, en Bolivia, en 1970, Porto Alegre en 1972 y Lima en 1974.

El primer documento fue elaborado en Araxá, Brasil, en 1965. Fue algo así como un manifiesto en el que se señaló qué cosas debían cambiar en el Servicio Social. A éste siguieron luego el Documento de Teresópolis, Brasil, en 1970, y un número amplio de libros y artículos publicados en revistas.Que según Alayón, Aquín, Castro, Faleiros, et al. (2005) se gestó a la luz de las propias realidades vigentes, encaminado hacia la generación de propuestas, ante contextos políticos dinámicos, buscando el aporte al cambio paradigmático en la formación de los mismos profesionales; se tradujo de igual forma, en el cambio de un profesional de la asistencia social, a uno de la acción social. Reforzando con ello, la tesis de que su principal capital era su capacidad de conjugar la teoría con la práctica, implicando la recuperación crítica de la tradición de trabajo de campo de la profesión.

Ahora bien, la reconceptualización se centró en la apertura de un espacio de crítica y búsqueda de una práctica profesional, cuya construcción partió del reconocimiento del carácter determinante de los sistemas económicos, sociales y políticos en la configuración de las experiencias individuales y las relaciones sociales. Ante lo cual, se perfilaron referentes teóricos y metodológicos distintos, así como un compromiso con el cambio social, que fijó una dirección, y exigió contenidos que debían ir incorporando los mismos profesionales indistintamente su género, antigüedad laboral, o área de especialidad. Según Alayón, Aquín, Castro, Faleiros, et al. (2005) el movimiento de igual forma, propició el cuestionamiento de dimensiones significativas que impactaron en el hacer y pensar del profesional, sobre todo en el ámbito académico; abriendo con ello, nuevos caminos para prácticas innovadoras, momentos de reflexión y construcción de planteamientos que cuestionaron la metodología tradicional, y el limitado alcance del quehacer profesional sustentado en el paradigma positivista y funcionalista.

Por otra parte, Alayón y Molina (2004) analizando dicho movimiento, destacan no solo sus aportes, sino también las limitaciones que existieron, rescatando la importancia de este proceso para perfilar un nuevo tipo de Trabajo Social. Ligado a los intereses estratégicos de los sectores más vulnerados de la población, en consonancia con un enfoque de defensa, promoción, protección y exigibilidad de los derechos humanos. Destacando los mismos, en cuanto al legado de la Reconceptualización, fue entre otros aspectos, en formar futuros profesionales de pensamiento, acción crítica, propositiva y con compromiso ético político surgido del estudio de la cotidianidad como expresión histórica y con capacidad estratégica para atender diversas dimensiones del quehacer propio, en los diferentes campos de actuación profesional. En el siguiente cuadro se añaden los aportes del movimiento de reconceptualización.

Cuadro 1
Aportes de la reconceptualización para el Trabajo Social
Aportes de la reconceptualización para el Trabajo Social
Fuente: Alayón y Molina (2004).

El movimiento de reconceptualización, como se ha descrito, al surgir como un proceso de cuestionamiento, revisión y búsqueda. Permitió el profundizar los estudios particulares y generales de la realidad latinoamericana, sus subdesarrollos y, crecientes dependencias económicas. Particularmente, contribuyó a la revisión de propuestas metodológicas que pudieran contribuir en dichos procesos, como lo fue la de Mary E. Richmond. Propuesta que posibilitó el analizar científicamente los métodos, técnicas y procedimientos operativos, aportando modelos y categorías de análisis de la realidad, para el ejercicio de la práctica institucional y formativa de las y los trabajadores sociales; encaminada hacia la búsqueda de alternativas científicas de intervención que, contribuyeran a transformar las situaciones problemas en las que los mismos tienen su injerencia (Kisnerman, 1998).

En decir, dicho movimiento no solo permitió la redefinición de un Trabajo Social, en el cual, venía centrándose en lo psíquico-individual, sino en un trabajo social, que se venía visibilizando en lo social y comunitario; dando pasó del cambio de personalidad, per se al cambio social como objetivo final, colocando al propio profesional en una evolución de los roles, de “asistente temporario” a profesional que ofrece servicios científicos, y metodológicos, encaminados a contribuir en transformar el medio, donde se generan los problemas sociales que soportan individuos, grupos y comunidades (Kisnerman, 1998).

1.3. Las crisis y transiciones de la reconceptualización

Como se ha señalado, los años comprendidos entre la década del 60 y 70, del siglo pasado, fueron escaparate de instalación de diferentes movimientos sociales, caracterizado por la presencia de gobiernos con dictaduras en algunos países de Latinoamérica (Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Argentina, Brasil, Uruguay y Chile), caracterizados de igual manera, por movimientos armados, presencia de guerrillas, conflictos políticos, económicos, sociales, y hasta culturales, donde ante ese fragor las y los trabajadores sociales de Latinoamérica comenzaron a pronunciarse y cuestionar los órdenes establecidos (Alayón y Molina, 2007).

Pronunciamientos que representan uno de los pasos más relevantes de la historia del Trabajo Social (Netto, 1981), que instalaron la línea del análisis crítico y de oposición, a las tendencias tradicionales o modernizantes (Faleiros, 1987). Pasos, que fueron bruscamente cortados por las dictaduras militares, que tomaron el poder en casi toda América latina en dichas décadas. Las cuales, impusieron la represión por medio del silencio y de la muerte. Desmotivando y debilitando el movimiento, frente al temor evidente, abandonando algunos profesionales la tarea de reconstrucción, y otros continuando desde el silencio, o desde sus trincheras, a pasos modestos, en la medida de sus posibilidades (Kisnerman, 1998).

Las crisis imperantes, instalaron una visión dialéctica de análisis de todos los componentes que se presentaban en los distintos contextos. Revelando en sus contradicciones los antagonismos fundamentales, las rupturas sísmicas subterráneas, el avance oculto de nuevas realidades, la capacidad de supervivencia o de transformación, así como un trabajo social resistente y que se podía fortalecer pese a las condiciones imperantes en algunos contextos (Kisnerman, 1998). Apuntando Vivero (2017) que los movimientos sociales acontecidos en Latinoamérica, representaron a su vez, un motor en todo proceso de cambio, que generó un componente para resignificar los marcos conceptuales operativos, sus prácticas del trabajo social a nivel socio-familiar, grupal y colectivo, encaminando las iniciativas hacia el contribuir en las transformaciones que reclamaban los sectores excluidos.

Destacando que el movimiento en sus procesos, atravesó diferentes etapas que lo llevaron desde un inicio, a un clímax, y aun cierre, o mejor dicho, una redirección. Kisnerman (1998) alude que la primera etapa, o la génesis del movimiento se detona entre los años de 1965 a 1969, etapa que buscaba en inicio (entre otras premisas) el desmarcar las formas tradicionales, o clásicas del quehacer profesional, a formas, con un rigor distinto. En el segundo momento, a partir de 1969, se pone énfasis (entre otras premisas) en la teoría y método científico, particularmente se elaboraron distintas alternativas metodológicas, probadas en la práctica. Finalmente en el tercer momento, desarrollado entre 1970 a 1975, al cercenarse la irrupción de las dictaduras en casi todos los países de América latina, en dicha etapa, se destacó (entre otras premisas) por un lado, en madurar y decantar un proceso metodológico que diera respuesta a las nuevas demandas, sin embargo, también se destacó por el mantener en algunos países, el conservadurismo tradicional, aquel que no implicara compromisos, ni riesgos (ver cuadro 2).

Ahora bien, el Trabajo Social latinoamericano ha tenido inflexiones y rupturas desde la Reconceptualización, de manera particular a generado una lectura diferente, crítica de varios tópicos, como pueden ser: los de la desigualdad social, la pobreza, las condiciones económicas de los diversos contextos, entre otros. Posibilitó el recuperar las experiencias históricas en Latinoamérica, así como la resignificación de la propia disciplina. Movimiento que sentó las bases para un trabajo social diferente, maduro, con referentes teóricos-metodológicos sólidos, pero sobre todo, con mecanismos para una atención directa de las necesidades y problemáticas imperantes en la época, dando así los insumos identitarios que hasta el día de hoy nos destacan (Alayón y Molina, 2007).

Cuadro 2
Etapas de la Reconceptualización
Movimiento de Reconceptualización
FasesCaracterísticas
La primera etapa, 1965-1969Se inició cuando grupos aislados de docentes y alumnos de Trabajo Social, se pronunciaron por la realidad que se vivía, y dejaron de ser agentes pasivos, reconociendo que los modelos existentes en la época no respondían a la misma realidad, especialmente: el funcionalismo. Se gestó en Escuelas de Trabajo Social, por ser estas instituciones donde convergen mayores posibilidades de equipos interdisciplinarios de relativa autonomía política y de cambios. Se comenzó a gestar las siguientes críticas al Trabajo Social tradicional: Ø modelos elaborados en una realidad desarrollada que no se ajustan a nuestra propia problemática social ni a la idiosincrasia del hombre latinoamericano; Ø de una fe reformista pasó a una función sostenedora de la realidad social existente; Ø de una intención científica pasó a una tecnología sin preocupación por identificar y explicar los fenómenos sociales con los que se trabaja; Ø se centró en la atención de la patología humana, y no en los aspectos sanos de los hombres; Ø consecuentemente con todo lo señalado, la formación de trabajadores sociales estuvo dirigida a capacitar auxiliares de otras profesiones, más que a profesionales en sí.Las consecuencias de ese primer momento de la reconceptualización fueron las siguientes: ü el análisis y desmitificación de los supuestos valores subyacentes en el Servicio Social tradicional; ü un análisis crítico de “las fuentes” de la profesión, rescatando aquellos elementos cuya validez se comprobó en la práctica; ü un cambio en la actitud profesional: de la asepsia, al compromiso, reflejado éste en una mayor preocupación por acercarse a las clases sociales más carenciadas; ü un análisis crítico y global de las realidades nacionales y latinoamericana, desde una perspectiva histórica; ü un desarrollo de la capacidad creativa con la finalidad de superar una reestructuración interna de las escuelas de Trabajo Social, procurando su inserción universitaria, elevando los años de estudio y la calidad de sus currículos, así como una mayor participación y comunicación entre docentes —estudiantes, escuela—, comunidad e interescuelas.
El segundo momento, a partir de 1969Se puso el énfasis en la teoría y método científico. Se elaboraron distintas alternativas metodológicas, probadas en la práctica. Como señaló Teresa Porzecanski, respondieron a tres corrientes, a saber: a) Tecnicismo, neopositivista, aplicando el método hipotético-deductivo al Trabajo Social, disciplina que aparece así como una tecnología social; b) Concientizadora, retomando el objetivo educativo, pero encarado en un aprender de la gente a partir de un enfoque globalizador de la realidad y una revalorización del hombre y de la práctica, y teniendo como base la filosofía existencialista y personalista; c) Dialéctica, poniendo énfasis en la práctica, el Trabajo Social apuntó a una praxis social científica, con la finalidad de transformar situaciones problemas en los microsistemas económicosEn primer lugar, la reconceptualización inició las prácticas de los modelos elaborados en base a las tres corrientes indicadas, en áreas comunitarias urbanas y rurales, rechazando el trabajo en instituciones, por considerar que éstas estaban consustanciadas con las formas tradicionales de intervención en la realidad y sin comprender la asimetría entre la formación y el trabajo institucional. Renovó la formación con prácticas integradas, la creación de licenciaturas, maestrías y doctorados en Trabajo Social, la adopción de nuevos procedimientos pedagógicos y la participación de las escuelas en proyectos nacionales y regionales, articulando un mejor dominio conceptual de lo social a partir de un encuadre sociohistórico y político macroestructural.
Tercer momento 1970-1975Al cercenarse su avance por la irrupción de las dictaduras en casi todos los países, la tercera etapa permitió a algunos madurar y decantar el proceso, y a otros, volver al conservadurismo tradicional, el que no implica compromisos ni riesgos. Durante este período, no sólo se atendieron las necesidades materiales de muchos indigentes, sino que fueron el único baluarte de los derechos humanos, en un auténtico compromiso por la dignidad humana. Se crean dos perspectivas: Ø Los que quieren regresar al conservadurismo tradicional Ø LOS QUE SE DECANTAN POR EL PROGRESO DE LA RECONCEPTUALIZACION
Kisnerman (1998).

2. PASOS PARA UNA RE-SIGNIFICACIÓN DE LA IDENTIDAD DEL TRABAJO SOCIAL

Ahora bien, hablar de la identidad del Trabajo Social, es no solo citar un momento histórico, sino del analizar el conjunto de referentes que dinamizaron al propio perfil en las diferentes épocas. Al igual, que el delinear cual ha sido el sujeto y objeto que ha delimitado la reflexión epistemológica, que ha generado un sentido de actuación, y a su vez, le ha permitido su resignificación a lo largo del tiempo, en miras de la construcción de nuevos conocimientos. Proceso reflexivo, íntimamente ligado, con lo cotidiano, con el mundo de la vida, el de la intersubjetividad; espacios en el que los sujetos albergan sus significados (Kisnerman, 1998).

Es decir, particularmente el trabajo social ha definido su identidad a partir de sus relaciones históricas, de su práctica, y experiencias que ha ido acuñando, contrastadas con los referentes teóricos imperantes, o discursos o posiciones conceptuales vinculantes. De sus narrativas construidas en relación a la participación de los actores implicados y su relación entre ellos. Lo que le ha permitido explicar sus conductas y acciones, así como entender la de los otros y adecuar en consecuencia sus acciones (Kisnerman, 1998).

Bajo dicho orden de ideas, Vivero (2017) al analizar críticamente los aportes del Pensamiento Latinoamericano en la disciplina y la praxis del Trabajo Social, reconoce que se puede establecer una profunda conexión entre ambos. Considerando que para entender dicho pensamiento crítico, no es posible, sólo a partir de algunos marcos conceptuales referenciales, o la generación de algunos aportes. Sino de la revisión y análisis de los propios contextos, donde se inscribe las propias transformaciones de la sociedad actual. Describiendo que desde fines del siglo XX, y en mayor medida en el siglo XXI, el pensamiento Latinoamericano, ha tenido un nuevo impulso, que vienen no sólo de los ámbitos académicos, sino que responde a una fuerte influencia de los movimientos sociales, y que constituyen una nueva fuente de producción de conocimientos y de debate político.

A lo que Vivero (2020) expone que, en pleno proceso de reconceptualización, así como en la post-reconceptualización se deben continuar manteniendo los debates de la misma naturaleza profesional, así como su nuevo papel frente a las condiciones que imperen en la sociedad, donde se reconocen realidades globales. En tal sentido, hace el mismo autor, un análisis crítico de ésta, concluyendo que su acción contribuye a la reproducción de la ideología y el conocimiento dominante, y por tanto, su práctica está limitada por el espacio que el aparato de dominación permite, en un determinado campo de acción. En tal escenario, el proceso de reconceptualización apostó a que el proyecto histórico del Trabajo Social, estaba por la liberación de las masas oprimidas y el fin de las formas de dependencia y opresión.

Sumándose a tales planteamientos, Ibáñez (1998) reconoce que la identidad del Trabajo Social, se va construyendo históricamente a partir de la cultura acumulada, de valores compartidos, que conforman la memoria colectiva y la propia identidad de una sociedad o grupo. Representando lo social, así como las visiones compartidas de la realidad, el marco de referencia en común, así como las conversaciones cotidianas, aquel medio que fortalece las posiciones del mismo colectivo profesional (Kisnerman, 1998).

Finalmente se destaca que la identidad de las y los trabajadores sociales, se van construyendo y reconstruyendo, en la medida que los saberes se van relacionando, a través de sus interpretaciones sucesivas, cada vez más abarcativas. Representando las vivencias, aquellos dispositivos que transforman la práctica, así como la experiencia va construyendo la teoría explicativa de la misma. A medida que se van incorporando más informaciones a la teoría, ésta se hace más extensiva. Dicho de otra manera, para comprender el mundo hay que comenzar comprendiéndonos a nosotros mismos, los observadores, desde una perspectiva histórica, misma que pueda generar las nuevas reinterpretaciones de mundo, y a su vez, las nuevas identidades disciplinares (Segal, 1994).

3. LA 2ª RECONCEPTUALIZACIÓN DEL TRABAJO SOCIAL. MOVIMIENTO GLOBAL O IMPRESIONES PARTICULARES

Han pasado más de 60 años desde el movimiento que reconceptualizó al Trabajo Social, Latinoamérica ha vivido desde entonces diferentes acontecimientos políticos, económicos, sociales, y culturales, que han dinamizado sus propios aconteceres. De igual forma, se podría destacar que aún, no se han superado desigualdades sociales, subsiste entre la fragmentación y la apatía de ciertas realidades y problemáticas. En las cuales no se ha podido superar la problemática social más elemental, como pueden ser: las pobrezas, la discriminación, la vulneración de los menos favorecidos, las violencias de género, las desigualdades económicas, entre otras. Donde los espacios profesionales se siguen viendo desafiados o hasta cierto punto rebasados en sus capacidades. Frente a ello, se podría enunciar el “fracaso de la reconceptualización” o “el fracaso de las y los trabajadores sociales”, premisas que más allá de las sensibilidades o susceptibilidades, nos ponen en un ejercicio permanente de autorreflexión y de evaluación a la distancia de nuestros propios protagonismos en la historia (Kisnerman, 1998).

En un mundo con realidades complejas (Morin, 1990), y de problemáticas sociales, hasta nuevas realidades hídricas que han llegado a implicar aspectos como: la escasez de agua, el desabasto e insalubridad, los estragos del cambio climático. Así como las nuevas realidades derivadas por la pandemia, o por las nuevas tendencias geopolíticas, o economías globales, entre otras (CELATS, 2020). Motivan el generar nuevos replanteamientos de los protagonismos disciplinares, así como el valorar los liderazgos y las implicaciones metodológicas para su atención.

En este sentido, Leff (2008) sostiene que el nuevo orden, requiere formas distintas de comprensión de las nuevas manifestaciones de problemáticas sociales, en las cuales, se reconozcan miradas globales, y saberes inherentes a las nuevas tendencias que se estén manifestando. Por ello, sí reconocemos que estamos viviendo un nuevo milenio, por consecuencia es de suponer que las condiciones o los prismas bajo los cuales podemos generar las nuevas miradas deberán ser diferentes, o al menos, bajo una reinterpretación distinta (García, Carreón, Hernández, Limón, Morales y Bustos, 2015).

Recordemos que el ejercicio del Trabajo Social, es un desafío permanente para actuar con efectividad, ética y calidez con las personas y comunidades a quienes se les ofrezcan los distintos servicios profesionales. Ante lo cual, Bravo (2018) destaca la necesidad de un nuevo liderazgo en espacios que en los últimos años, se han incrementado las demandas, como lo son: en los diferentes programas asistenciales, de servicios de salud, programas educativos, de atención a la familia, en atención a poblaciones vulnerables (niños/as, mujeres y adultos mayores); en servicios especializados en dependencias policiales, y del poder judicial, en los servicios municipales de atención a los diversos sectores, así como en las diferentes dependencias de los gobiernos locales y regionales, entre otros. Donde se requiere de una vigencia disciplinar, y ello, se estará logrando en la medida que los servicios que se ofertan, encuentren resultados, y favorezcan en la atención, derivado de procesos metodológicos adecuadamente instrumentados, con fuertes bases teóricas y científicas.

Bajo dicho orden de ideas, Vivero (2020) habla de la necesidad en la actualidad de una Neo-Reconceptualización, la cual permita ir configurando un nuevo estatus epistemológico y político de la disciplina. La cual posibilite el despertar del adormecimiento, acontecido en las últimas décadas frente a un orden social, que lapidó los discursos e ideas políticas de muchas profesiones, relajando con ello, la visión crítica que destacaba al propio profesional. El mismo autor, indica que ese abandono de la reflexión crítica, llevó a una producción de conocimientos meramente instrumental, a realizar intervenciones acríticas, supuestamente despolitizadas y neutras, con lo cual, el Trabajo Social se fue transformando en una especie de apología de la razón neoliberal.

Aseveración en la cual se suma Acevedo (2016), agregando que no solo representó una especie de distracción del papel protagónico, y militante de la misma disciplina, sino que contribuyó a que se fuese relajando, en el diseño de metodologías, aportes teóricos, y de fortalecimientos conceptuales. Agregando el mismo, que en una era donde todo se está transformando, y viviendo revoluciones no sólo científicas, sino tecnológicas e innovadoras, que dan cabida a nuevos fenómenos sociales, cada vez más complejos. Se requiere de igual forma, de miradas distintas, donde los diferentes actores participen, incluyendo los Trabajadores Sociales, los cuales ofrezcan discursos y planteamientos teóricos mejorados, acordes a una sociedad en permanente evolución.

Reflexiones que apuntan hacia esa necesidad de dinamizar los discursos, e ir modelando una propuesta teórica distinta, misma que permita el mantener los liderazgos, y por ende las respuestas ante una sociedad que sigue requiriendo de atenciones, o acompañamientos sociales. Un movimiento de Neo-Reconceptualización, o mejor dicho una 2ª reconceptualización del Trabajo Social, que posibilite el reconocer tanto las diferencias históricas de cada pueblo, pero que a la vez, resignifique los hechos que nos caracterizan como planeta, como seres humanos. Un movimiento que represente una crítica al pensamiento lineal, y mecánico, en el cual, se refresquen las miradas, y donde se reconozcan los logros del pasado; reflexionados desde miradas contemporáneas, y discursos teóricos distintos, que permitan un trabajo social más fortalecido (Acevedo, Gallegos y De León, 2019).

Miradas contemporáneas, que partan de la reflexión dialéctica de la complejidad, donde se reconozcan los aciertos y desaciertos históricos, en contraste con las diferentes épocas históricas, no solo del siglo pasado, sino del presente. Bajo interpretaciones de los nuevos referentes simbólicos los cuales posibiliten el debate epistemológico, teórico-metodológico y políticos.

Un segundo movimiento que refrende los ideales del Trabajo Social, el cual, se ha destacado por “jamás perder su capacidad de indignación y de rebeldía ante los problemas y las injusticias que padecen los sectores vulnerables, de hacerlo estará más cerca de la esterilidad y de la enajenación que del desempeño profesional” (Alayón, 1987).

Por lo tanto, cuando se hable de una 2ª Reconceptualización podemos aludir, a un segundo movimiento que posibilite el refrescar discursos, contrastar miradas disciplinares, debatir el nuevo papel del trabajo social frente a las realidades complejas, y los mundos con presencia de desarrollos tecnológicos y de creciente presencia de la inteligencia artificial (Vivero, 2020). Movimiento donde se ponga en el tamiz de la reflexión las diferentes realidades de los contextos particulares, pero sin perder las sumatoria de todos los factores, que en palabras de Morin (1990) es imposible conocer las partes, sin conocer el todo, y viceversa, en ese principio de bucle retroactivo, que nos posibilita el mejorar nuestras posiciones.

3.1. Implicaciones epistemológicas en la nueva práctica de Trabajo Social

Identificar los aspectos que definen una posición disciplinar, podría representar el epicentro de los debates en relación a la construcción y reflexión de las implicaciones del sujeto, objeto y contexto de intervención, que a lo largo de los años se ha ido perfilando con referentes cada vez más sólidos, y articulados, como resultado de una sociedad del conocimiento cada vez más activa, a un nivel global. En tal sentido, Acevedo (2017) destaca que los aportes de los diferentes paradigmas científicos, han provisto de insumos teóricos, y metodológicos para delinear la misma práctica profesional, transitando desde miradas clásicas a contemporáneas, derivadas de paradigmas como el empirismo, positivismo, funcionalismo y el marxismo, que cada uno de ellos dieron respuesta a sus contextos particulares, y permitieron la definición de modelos y metodologías de intervención social en las primeras etapas del Trabajo Social (imagen 1).

Sin embargo, frente a revoluciones científicas y tecnológicas de un nuevo orden, el cual está fuertemente influenciado por la llamada “era digital”, en un nuevo milenio el cual gira en torno a las nuevas tecnologías e Internet, que no solo, dinamizan la cotidianidad, sino que propicia profundos cambios y transformaciones de una sociedad que se mueve en un ritmo globalizado (Acevedo, 2022). Era que trae consigo nuevas realidades virtuales complejas; y que están gestando nuevos discursos y paradigmas como puede ser: el de las Inteligencias Múltiples (Gardner), el Pensamiento Complejo (Morin); el Constructivismo (Piaget); el Construccionismo Social (Gergen), o visiones futuristas como el Transhumanismo (abreviado como H+ o h+), entendido este último, según Torralba (2019) como un movimiento cultural e intelectual que anuncia, la posibilidad de transformar la condición humana mediante el desarrollo y fabricación de tecnologías ampliamente disponibles, la cual permita mejorar las capacidades humanas, tanto a nivel físico como psicológico o intelectual (imagen 1) (Acevedo, 2017).

Nuevos referentes nuevas visiones de intervención
Figura 1
Nuevos referentes nuevas visiones de intervención
(Acevedo, 2017).

Paradigmas que ofrecen perspectivas distintas, y han posibilitado reinterpretar la práctica, y modelar alternativas metodológicas, las cuales se han apoyado de visiones dominantes como el empirismo, positivismo, funcionalismo y la filosofía marxista, que han desplegado toda una posición disciplinar, así como todo un esquema mental para razonar, argumentar, e intervenir en todo aquello que de la realidad se emane, o lo entendido como problemas o necesidades sociales. Sin embargo, como lo expresa Acevedo, Gallegos y De León (2019) dichos discursos encuentran hoy, sus fronteras al momento que se reconoce que vivimos realidades complejas; entendidas como aquellas realidades que requieren de mayores referentes, soportes teóricos, reflexiones desde sociedades del conocimiento para su explicación o entendimiento, donde el discurso lineal ya es insuficiente. Requiriéndose de miradas transversales, integradoras y holísticas, en una palabra, miradas que consideren el todo como una unidad y no como la fragmentación de piezas (Morin, 1990).

Visiones que permitan toda una reinterpretación de la práctica, así como del tipo de protagonismo que se requiere en la nueva sociedad, en una era globalizada, la cual nos ofrece nuevas brechas de desigualdades sociales, económicas, y culturales. Donde la tecnología, está contribuyendo a nuevas realidades, al igual que fenómenos como la pandemia por Covid-19 y sus variantes, la cual nos marca un antes y un después, sin precedente. Acelerando los tiempos para incorporar tecnologías en los ámbitos laborales, sustituyendo en gran medida las contrataciones, y el factor humano, por la automatización de los servicios (INFOBAE, 2020).

Nuevas realidades que motiven a un Trabajo Social, más fortalecido, capaz de sobrevivir, por sus propias capacidades de adaptación, y de evolución. Que en el mejor de los casos el entrar en una Segunda Reconceptualización permita asumir un nuevo liderazgo, sumamente empoderado en sus diferentes niveles, y espacios de actuación, con mejoradas interpretaciones del mundo, y enriquecido por mayores referentes teóricos.

Dinámica y principios, que nos aleje de ese mítico “sueño del FAUNO”, el cual esta caracterizado por “el desdén, el no ser tomado en serio, el ocaso de una realidad prometedora, en la crónica de la muerte anunciada, o sencillamente en el fracaso de nuestras premisas identitarias”.

4. CONCLUSIONES

En el marco de las nuevas formas de interpretación de lo social, una disciplina se legitima a partir de su propio protagonismo, aportes, y contribución en las esferas de su injerencia. De igual forma, en la medida que sus propuestas impactan en las instituciones, en su capacidad crítica, y aportes en la mejora de las condiciones de vida. Así como, en la solidez y vigencia de sus referentes teórico-conceptuales, pero sobre todo, en el impacto histórico en los pueblos y entidades que requieren de dicha contribución.

Como se ha expresado, la atención o intervención social, demanda de perfiles, cada vez más fortalecidos, no solo en metodologías, técnicas e instrumentos, con amplias fortalezas emocionales y espirituales; y de fuertes convicciones que le lleven a emprender sus cruzadas frente a las realidades complejas, con gran valentía y entereza. Bajo el entendido, que para lograr ello, se requiere de evolucionar en sus formas, métodos y metodologías, las cuales sean acordes a las realidades múltiples de los sujetos evolucionados. En un mundo, donde la presencia de la tecnología, la era digital, la geopolítica, postpandémico, y de nuevas realidades nos desafían cada vez más.

Una Era, donde se reconoce el legado histórico de la misma disciplina, la cual inspira y sienta las bases sólidas, de lo que hoy gozamos, pero de enormes desafíos por mantener activa dichas dinámicas. Recordando que tanto la primera, como esta 2ª reconceptualización, nos están permitiendo reconocer cómo el sujeto social, ha ido evolucionando, y los objetos de análisis y de intervención de igual manera, los cuales se encuentran íntimamente ligados a los contextos que se han venido complejizando.

Todo ello, ha dinamizado los requerimientos de aproximación para cualquier disciplina. El Trabajo Social, por sus propias características y génesis, ha demostrado que la complejidad es el mejor caldo de cultivo para su innovación, y que las crisis son los escenarios propicios para la creatividad y las propuestas emprendedoras.

Frente a una realidad compleja el profesional de Trabajo Social debe evolucionar sus formas, métodos y metodologías de intervención, de tal manera, que sean acordes a las realidades múltiples de los sujetos evolucionados. Se requiere de un profesional con fortalezas cognitivas que le permitan discernir y generar alternativas, todas ellas bajo una inteligencia emocional con la que pueda involucrar a los diferentes actores.

La intervención social requiere de perfiles con características holísticas, de manejo o entendimiento sistémico, con razonamientos complejos, pero de respuestas inmediatas y concretas, de resultados eficaces y eficientes; profesionales que no se pierdan en la demagogia, en la verborrea o en la retórica disciplinar.

Hay que pensar en un profesional que sea “todoterreno”, en el entendido de que está armado con un sólido perfil disciplinar con referentes metateóricos, con competencias socioemocionales que le permitan resolver y generar respuestas en ambientes adversos, hostiles o de precariedad total. Asimismo, que cuente con las fortalezas tanto científicas, como espirituales, que le permitan su trascendencia en su actuación y protagonismo, alejado de los egocentrismos, las posiciones narcisistas o de autocomplacencia, de victimización o de vanagloriar las migajas de la actuación profesional; con sólidos principios y valores encaminados hacia la búsqueda de las premisas reales de la intervención como son: los tan anhelados cambios de vida, transformación de las conductas nocivas, liberación de las opresiones o el combate al encadenamiento de las ignorancias, entre muchas otras.

En síntesis, se requiere de un profesional que responda a escenarios complejos, a partir de un sólido andamiaje teórico y metateórico, y de un dominio de modelos de intervención que den respuesta a los posibles requerimientos de nivel individual, familiar, social y de contexto. También debe ser adaptable a las lógicas sistémicas, holísticas y complejas; y que cuente con una actitud de permanente reflexión, irreverente y cuestionador de los métodos tradicionales, en miras de la generación de propuestas; alternativas de corte holístico y de respuestas transversales, y porque no decirlo, que tenga las capacidades para generar los modelos de quinta o de sexta generación, con alcances existencialistas o irracionales, o porque no pensar en la atención, de las futuras necesidades de los sujetos biomejorados en un mundo transhumanista.

No olvidemos, que el Trabajo Social se mantiene vivo en la medida que se reinventa, y genera las nuevas reinterpretaciones, los nuevos constructos de análisis, los nuevos debates, pero sobre todo, las nuevas maneras de atención y acompañamientos social de los sectores menos favorecidos. ¡Mantengamos la utopía viva!

5. REFERENCIAS

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